top of page

Pensamiento Consecuente


Hasta 2007 habíamos trabajado las consecuencias funcionales como un procedimiento para que las familias pudieran actuar en coherencia con los valores que se piensan-sienten, aplicándolos finalmente en la educación cotidiana de los hijos. Las experiencias durante estos diez años nos han permitido observar el “patrón de actuación” más eficaz que los progenitores utilizaron y que les permitió sentirse seguros a la hora de saber analizar las situaciones, pararse a pensar qué valores querían desarrollar en sus descendientes y cómo actuar en consecuencia ante sus hijos. Diez años después, los infantes han crecido y ahora son ellos los que se mueven por el mundo con la influencia de ese patrón “valores-coherencia-consecuencias”.


Queremos mostrarte sus experiencias en esta recopilación de artículos que centran la atención en cómo lo han vivido ellos y qué repercusión han tenido en su forma de ver el mundo.


Hij@s de familias consecuentes I

Ana, que tenía tres años cuando jugaba con su hermano, repetía su frase favorita "Tú no juegas" sin disimular su deseo de acaparar todos los bloques de la construcción. Se enfadaba cuando Pablo cogía alguna pieza ya que ella quería acapararlas todas como si de un tesoro se tratase.


Sus padres sabían que desde la perspectiva de un adulto se podía interpretar como un acto evidente de egoísmo. No era así para una niña de tres años que está en los comienzos del aprendizaje del respeto. Es cierto que, al comienzo, Ana solo cedía a compartir con Pablo los bloques del lego bajo la consecuencia de quitarle todas las piezas porque los intentos de corrección carecían de efecto sobre ella. Pero todo cambió cuando lo que se añadió después era muy diferente a una imposición.


Si tus principios como persona están claramente centrados en el respeto, de forma consciente, la parte de tu cerebro “sistema activador reticular ascendente (S.A.R.A.)” dirige tu atención continuamente a situaciones en las que se da ese valor.


Cuando valoras el respeto de forma natural miras a quienes se respetan, a quienes tienen detalles de consideración a los demás por minúsculos que sean, a quienes se convierten en un ejemplo de admiración para ti por su forma de actuar y expresas con tu lenguaje verbal y no verbal “qué bonito es el respeto”. Lo que ves, lo que sientes y lo que piensas te crean una sensación de satisfacción que alinea tu pensamiento con tu corazón sin poder remediar la expresión con una entonación y miradas diferentes.


Una niña de tres años que ve esos ojos y esa frase en quien más quiere, en quien tiene presente cada día, es decir en su familia, repetirá el proceso quizás no con el mismo nivel de conciencia pero sí con la misma emoción. Sólo bastó que pasase un poco más de tiempo, para que la curiosidad de Ana junto a su mayor capacidad de lenguaje, le permitieran preguntar a qué se referían sus padres cuando ocurrían ese tipo de situaciones. Era entonces cuando ellos le describían al detalle en qué consistía lo que las personas hacían para que ellos le llamaran “respeto”.


“los niños con un lenguaje más rico son aquellos que se han

criado en contextos familiares con un gran lenguaje descriptivo”


Vivir esta experiencia de manera cotidiana permitió que Ana desarrollara una percepción evolutiva más rica, con matices de lo que sería años después una capacidad de análisis centrada en los detalles y en lo que es ser respetuoso. A mayor número de experiencias la película de recuerdos que un niño graba en su memoria aumenta de forma exponencial hasta el punto que se genera una tendencia a observar para describir y no para juzgar. Asociar el respeto a diferentes situaciones y personas de lo mas variopintas enriquece la generalización y con ello la claridad de que esto ocurre en cualquier lugar y con cualquier persona.

Entradas destacadas
Entradas recientes
Archivo
bottom of page